Algo me detiene y ya no escribo
con el rimo que lo hacía antes… alocado a veces, sereno y sencillo otras… pero
continuo, siempre continuo. Algo ocurre que el repiqueteo de las teclas o el
roce sensual de la pluma sobre el papel no me hipnotizan como antes. Reconectar
conmigo misma implicará recuperar la conexión existente entre mente, cuerpo y
espíritu, pero también con la esencia misma que me define como escritora.
Sin embargo, he entendido que no
soy la única, que estos últimos años significaron la ocurrencia de pérdidas
irreparables en las vidas de muchos, un cimbronazo de tristeza arraigada en lo
profundo de nosotros mismos y de la sociedad que no ha podido detenerse a llorar
confundida en el vaivén arremolinado de acontecimientos que no se detienen.
Hay que frenar, tomar un respiro,
ver hacia adentro y cobrar fuerzas… porque pese a todo, nada hay mejor que esta
tierra de bendiciones, a veces ocultas pero siempre presentes. El mínimo dejo
de esperanza será semilla suficiente para renacer, para abrazarnos fuerte y
entender el sentido oculto de cada lágrima. Será el tiempo de transformar cada
recuerdo en nueva vida, en el palpitar eterno de quienes ahora nos ven desde un
nuevo plano esperando el reencuentro.
Escribo esto y comprendo que mis
dedos tienen memoria, también mi cuerpo y el aire que me rodea. Mis ojos miran
mis letras aparecer una a una, y entienden que están retomando la música que se
había desdibujado. Mis oídos entienden también, recuerdan los ritmos y
cadencias presentes en la sonoridad de las letras, y del ritmo con el que las
escribo… y con el que las leerás.
Retomo mi yo, y decido quedarme
por acá para ayudarte, esperándote, deseando que también vuelvas a ser vos
mismo, amable lector.
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