Relatos colectivos: la imaginación en conjunto.

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Como actividad celebrando el ya pasado 24 de agosto, "Día del lector", volvimos a tener la maravillosa experiencia de hacer un relato colectivo en redes sociales, y para mi sorpresa y agrado, se generaron 3 magníficas historias partiendo de una misma frase. Cada persona aportando su granito de magia extraído de su imaginación, logró que estos relatos quedaran únicos e interesantes.

Gracias a todos los participantes, que lo disfruten mucho.

Andrea

Relatos colectivos, de una frase a tres historias.

INICIO:

Esa noche, vientos de murmullos llegaban desde la profundidad del bosque helado.

(Imagen de pixabay.com)

Relato 1: Betina Bongianino|La luna se ocultaba tras las nubes en el cielo ausente de estrellas, tanta oscuridad era un mal presagio.


Nadia Ruiz| Aún así él se encontraba sereno, puesto que contaba con el beneplácito de la diosa desde su nacimiento, sin embargo no tentaba su suerte, fue bendecido pero no era inmortal.


Javier Arriola| Nunca había visto tanta oscuridad en el cielo, o al menos no tenía memoria de la última vez. Dirigió la vista al pequeño arroyo rodeado de piedras, siguiendo una luz incierta: era el reflejo de la luna que salía.


Paola Vallejos| Sabía que tenía que seguir su camino,no desviarse de su destino...pero la luna lo invitaba a bajar al arroyo y escuchar lo que el murmullo le decía.


Cecilia Laura| El hombre se acercó a la orilla, se quitó sus zapatos y procedió a meter sus pies en la orilla. El frío del agua le produjo escalofríos que, llegando hasta su médula, le alertaron de sus malos augurios internos. Buscando paz, sosiego y también deshacerse de sus brumas mentales, se desvistió e internó en el lúgubre espejo acuático, esperando lavar sus miedos.


Guido Méndez| Un ardor intenso se extendió por su hombro izquierdo: la vieja herida no había sanado como había esperado, y los recuerdos de la lucha se le hicieron tan vívidos como si aún estuviera en el campo de batalla.


Schemuel Carreon| Continuo desde el fragmento de Cecilia Laura:

¿Miedos? Sí, también sus anhelos, porque tras un día de duelo, ¿se puede permanecer impávido ante un reflejo que promete cumplir hasta sus mas íntimos deseos?, aquellos en que la lujuria, la ira, la envidia y la avaricia te impulsan a profanar incluso aquello que en sobriedad consideras mas sagrado.

Así, sumergiendo su extenuado cuerpo en el agua, observó su silueta desaparecer bajo la resplandeciente luna llena.


Gema Lutgarda| Hay heridas que van mucho más allá del quebrar del músculo. Hay heridas que rasgan el alma con más gravedad que un afilado cuchillo golpeando la carne. Van incluso, más allá de la cruel y necia injusticia de una guerra. Se tocó el hombro y deformó su rostro con un gesto de profundo dolor. Salió del agua y aspiró el aire gélido del bosque, escondió su cabeza entre los brazos buscando el silencio de su pensamiento. Un silencio que nunca llegaría…


Andrea V. Luna, escritora| Ya no eran murmullos los que llegaban desde el bosque, sino gritos de un pavor tan absoluto que solo ellos existieron por ese instante, porque tanto su cuerpo como sus propios pensamientos dejaron de ser para convertirse en la esencia pura del miedo.


Brenda Graziano| Cerró los ojos y decidió solo escuchar el sonido del bosque...

Comenzó a dar pasos lentos, así, con los ojos cerrados...

Esperando sentir el calor de lo incierto nuevamente, dejar atrás todo mal presagio...

Invadirse de la fría noche...

Relato 2:

INICIO:

Esa noche, vientos de murmullos llegaban desde la profundidad del bosque helado.


vallejospl

Podía sentirse un frío que cortaba la piel, esa misma sensación que había sentido aquel día…


walter.omar.casas

Sutiles y rápidos movimientos se adivinaban en las sombras donde la luna no alcanzaba con claridad.


andreavluna

El aire helado le erizó la piel... ¿O era el terror pánico que percibía al no ver más allá, dentro de las sombras profundas?


aguilaboreal

Cerré mis ojos y repentinamente una leve brisa rozó mi mano, luego mi rostro, no había dudas, algo querían decirme.


elsadelcarmenramirez

Voces monocordes de criaturas de otros tiempos, parecen replicar mi nombre llamándome.


matiasdangelo

-Ven con nosotros - Pidieron, aferrándome de las muñecas, tirando de ellas hacia una nube fantasmal. Me prometieron cumplir deseos y fantasías que yo anhelaba tanto en esa miserable existencia. Pero yo sabía que estaban mintiendo…


waltitotealimenta

Todo bastante extraño considerando que me encontraba en medio del Rosedal de Palermo…


andreavluna

"¿El Rosedal? ¡Imposible!", pensó sin saber de dónde había sacado la idea, porque sería locura y no promesas vanas las voces y los hechizos que había experimentado.


escritora.julieta.clara.crespo

De pronto, alcé la vista y lo vi: imponente y ostentoso, El Pabellón de los Lagos estaba allí. En un principio, solo me dejé deslumbrar por su belleza; sin embargo, cuando tomé consciencia de que esa coqueta confitería había funcionado hasta 1929, quedé estupefacta...


adriana_bracuto

Sin pensarlo, avancé a tientas siguiendo aquel murmullo que a cada paso se agigantaba y me iba helando poco a poco el corazón...


vaalll77

Y una vez más, envuelto entre hechizos, voces y nubes fantasmales; me encontré allí…


andreavluna

...entre el sueño y la realidad, sin saber a ciencia cierta qué era lo que estaba mirando, porque aquello parecía más la materialización de una pesadilla que la realidad a la cual acostumbraba llamar "mía".

Relato 3:

INICIO:

Esa noche, vientos de murmullos llegaban desde la profundidad del bosque helado.


  • Manu Gonzalez "Traían una extraña melodía... cómo un antiguo canto de guerra, presagiando tiempos de oscuridad y tristezas..."


  • María Elena Rangel "El jefe del clan recordó aquellas antiguas leyendas, que sus ancestros relataban, de extraños sucesos acaecidos en las profundidades de aquel milenario lugar..."

  • Lucerito Montero Cardozo "Por un instante, el tiempo pareció detenerse...los copos de nieve se mantuvieron estáticos, en cada rama; en cada hoja...pero no, era más extraño aún, el tiempo estaba retrocediendo,más y más...hasta que..."


  • Andrea Dorado "Que los copos empezaron a brillar ,como si su luz trajeran un mensaje de los ancestros, el jefe del clan empezó a sentir una calidez mientras con asombro y estupefacto veia lo que ocurría,de repente.."

  • Milagros Fortunasio "Parecía estar en un lugar que le resultaba familiar, como un recuerdo de la niñez de esos que no estás seguro si alguna vez estuviste o no. No obstante, algo, quizás las voces de sus ancestros, le decía que debía buscar y regresar para hallar las respuestas que necesitaba"

"Perlas negras sobre mármol blanco". Book-trailer.

¡Hola, gente!
Les comparto el book-trailer de mi nueva novela, editada por el Grupo Argentinidad.
¡Espero que lo disfruten!




Un experimentado periodista y una intrépida bloguera se unen para investigar una serie de crímenes tan ominosos como, en apariencia, inconexos a lo largo de todo el país. Una tarotista excéntrica, su sobrino y un comisario los acompañarán en la carrera por desentrañar el misterio y los arcanos que parecen ser la esencia de la matanza. Explora, investiga… aprende a creer y espera un desenlace que hará estremecer cada fibra de tu cuerpo. 



PERLAS NEGRAS SOBRE MÁRMOL BLANCO 
Una novela de Andrea V. Luna. 
Editorial: Grupo Argentinidad. 
ISBN: 978-987-4191-70-0 Estreno: agosto de 2020. 
Book-trailer: Edición: Daniela Y. Sciessere. 
Música: Athena, de JVNA. Biblioteca libre de YouTube. 
Videos: pixabay.com, banco de imágenes y videos. 
Fotografías de Buenos Aires y Villa General Belgrano: Créditos a quien corresponda.


"Erick": experiencia colectiva.

Hace un par de años hicimos una hermosa experiencia en Facebook: un relato colectivo. 
Lo más impresionante es que, pese a haber sido construido ente muchas personas (todas diferentes y de varios países), tiene una calidad y una belleza que van de lo emocionante a lo mágico. Creo firmemente que cuando las personas interactuamos pensando en construir de manera desinteresada, unidas por lo belleza de la palabras que construyen mundos, somos capaces de hacerArte y Literatura en su estado más puro.

Les dejo acá esta maravilla de relato: espero que lo disfruten.
Un fuerte abrazo,
Andrea

“Erick” 
(Relato colectivo. Experiencia Facebook).
16 DE NOVIEMBRE DE 2018
(𝒞𝓊𝒶𝒹𝓇ℴ 𝒹ℯ 𝒜𝓁ℯ𝓍 𝒮𝒸𝒽𝓂𝒾𝒹𝓉. 𝒯ℴ𝒹ℴ𝓈 𝓁ℴ𝓈 𝒹ℯ𝓇ℯ𝒸𝒽ℴ𝓈 𝓇ℯ𝓈ℯ𝓇𝓋𝒶𝒹ℴ𝓈).

Érase una vez un hermoso ocaso frente al mar. Leila no podía dejar de contemplar aquel lienzo de colores que la envolvía cual bóveda de luz y oscuridad mezcladas. Sus ojos abiertos de par en par, el olor a sal bañando su cara, su mente colmada de reminiscencias de aquel tiempo...
No podía olvidar aquella mirada... La luna le recordaba aquellos ojos, y en la brisa le parecía oír su voz.
Todo estaba tranquilo a su alrededor, aunque no imaginaba que a su espalda alguien la contemplaba.
De repente...
El corazón le dio un vuelco... No es que hubiera visto algo, ni que lo hubiera oído en realidad. Pero la presencia era demasiado fuerte. Era él, intuía que su amor había ido a buscarla. Lo presentía, su piel se emocionaba y su corazón latía de amor...
Pero, ¿cómo podría ser él? No. No podía... Un año atrás, la muerte se lo había arrebatado. Con él se habían ido su juventud y sus ganas de amar. ¿Sería un sueño? ¿Un deseo? ¿O a ella también le había tocado la hora de caer en los brazos de la muerte? Ojalá fuese aquella última opción que su pensamiento le indicaba. Pero no, era la que más dolería: verlo y no poder tocarlo. Ya lo había sentido otras veces, pero no de forma tan tangible como ahora. Incluso podía oír su respiración confundida con la brisa, sentir el calor de su aliento en el cogote. Los poros de su piel se alzaron; hubiera querido levantarse, pero sus piernas eran pura gelatina... Se atrevió a pronunciar su nombre...
—Erick…
¿O sí? ¿O sí podría tocarlo quebrando el velo de la muerte?
Repitió temerosa pero ansiosa:
—¡Erick! ¿Erick? —preguntaba ahora, esperando contestación—. ¿Eres tú?
—No, no soy ese tal Erick, soy quien vino a quitarte la vida por todo el daño que me hiciste... Te daré la ventaja: me gustaría verte correr.
Y entonces, corrió, y corrió pensando si aquello era tecnología alienígena o una mala digestión. Se rio en medio del desastre. Se tomó el vientre: los nervios punzaban como mil demonios. ¿Qué haría? No podía huir. Y tomó la decisión que cambiaría su vida para siempre: por primera vez, pidió perdón.
Aquello no podía ser verdad. No podía estar muriendo. Los dolores iban en aumento y entonces recordó lo que había comido: vainillas con puré de manzana, exquisito, pero si se exageraba... Volvió a reír. Quiso tomar un medicamento, lo buscó en su bolso, pero en su lugar encontró una botellita con una calavera y dos tibias. Y, como si fuera poco, ¡estaban tibias! En otro momento le hubiera causado gracia, pero no ese día no, ni a esa hora ni en ese lugar. ¿Alucinaba? Porque el terror estaba paralizándola, hasta ya no poder expresarse. Sus dedos estaban tiesos, su estómago, al punto de los nervios, también. Entonces lo observó como nunca antes. No era Erick. Su mirada sería otra. Otra muy diferente a esta tan sombría que la carcomía desde cerca... Ya no recordaba los ojos de luna de aquel amor: solo podía vislumbrar una mirada oscura, tan oscura como la boca de un lobo hambriento, que podía comerla con solo mirarla. Pudo ver las ojeras, la palidez... Era él, pero no era... Solo tenía el rostro de Erik, pero por dentro... ¿Quién era ese?
Sintió de pronto que alguien quería escribir una historia con aquello que le sucedía: dos nombres llegaron a sus labios «Damián y Andrea», como si alguien hubiera roto la pared de una cuarta dimensión. ¿Eran ellos quienes la acosaban con la imagen de Erick?
Sacudió su mente, de pronto, para salir del torbellino y siguió pensando en su estómago doliente frente al mar.
—¡Eso es! —se dijo—. He bebido agua de mar, estoy alucinan...
Y, extendiendo las manos hacia la figura del hombre que la acechaba... ¡Lo tocó! Estaba allí, real, tangible... horroroso. De un salto se arrojó al mar: las olas la cubrirían ... pero, ¿estaría a salvo?
—Te dije que corrieras, no que me tocaras.
Esa voz... Esa voz tan, tan...
—¿Creías que seguía siendo susceptible al agua? —rio el espectro.
Los dos eran escritores. Los dos se mecían entre sueños de páginas perdidas en el tiempo, no obstante, ninguno soñaba. Ese que suele mentir, decía, que les había robado los sueños. Los sueños de páginas blancas, pero llenas de letras que sólo ellos entendían. En su desconcierto, suspiró de manera profunda y, de repente, reaccionó. Erick era La Sombra.
—El agua me afecta solo cuando me baño, te lo recuerdo, solo cuando me baño. —Rio a carcajadas.
Y su tono sarcástico y la risa fatídica le helaron la sangre por enésima vez. Pero la helada sanguínea vino como un milagro inesperado en su ayuda: todo se tornó hielo, sus cabellos, el agua a su alrededor...
Sus piernas paralizadas estaban ante la presencia de aquel éter fantasma, helando cada partícula de su ser, cuya voz bramaba como aquellas olas del mar que había cobrado la vida. Y pensó: «¿Y si elijo mi propia historia? ¿Y si, según para quién, esto es comedia, terror o aventura?». Era suspicacia de una vida acortada sin cumplir su propósito. No había término que se definiera en ese rostro de antaño, torturado por el abismo de la muerte. ¿Era tangible, era visible? Era cierto: lo estaba viviendo... Era un naufragio de dos almas...
De pronto sus ojos quedaron pasmados mirando la pared. Buscó por todos lados como quien busca lo perdido... Dejo a un lado el teléfono celular y gritó: «¡Paaapeeeel!». Quería dejar plasmado toda su vida antes que esta lo dejara. «No puedo irme sin dejar mis vivencias, toda mi historia… No quiero que me olviden, papel, ¡papeeeel!».


(Versión en crudo)
Paola Vallejos
Era se una vez un hermoso ocaso frente al mar
Gema Lutgarda
Leila no podía dejar de contemplar aquel lienzo de colores que la envolvía cual boveda de luz y oscuridad mezclada. Sus ojos abiertos de par en par, el olor a salina bañando su cara, su mente colmada de reminiscencias de aquel tiempo...
Anto Mor
No podia olvidar , aquella mirada.... La luna le recordaba aquellos ojos, y en la brisa le parecia oir su voz
Kasandra Finol
todo estaba tranquilo alrededor de ella, aunque no imaginaba que a su espalda alguien la contemplaba.
Florencia Vaccani
De repente....
Andrea V. Luna
El corazón le dió un vuelco... No es que hubiera visto algo, ni que lo hubiera oído en realidad. Pero la presencia era demasiado fuerte.
Adelina Gimeno Navarro
Era él, intuía que su amor había ido a buscarla. Lo presentía, su piel se emocionaba y su corazón latía de amor...
Anto Mor
Pero ¿Como podria ser el ? . No. No podia... Un año atras, la muerte se lo habia arrebatado . Con el se fueron , su juventud y sus ganas de amar
Paola Vallejos
Seria un sueño? Un deseo? O a ella tambien le habia tocado la hora de caer en los brazos de la muerte?
Adelina Gimeno Navarro
Ojalá fuese aquella última opción que su pensamiento le indicaba. Pero no, era la que más dolería, verlo y no poder tocarlo.
Gema Lutgarda
Ya lo había sentido otras veces, pero no de forma tan tangible como ahora. Incluso podía oir su respiración confundida con la brisa, sentir el calor de su aliento en el cogote. Los poros de su piel se alzaron; hubiera querido levantarse, pero sus piernas eran pura gelatina... Se atrevió a pronunciar su nombre...
Andrea V. Luna
¿O sí? ¿O sí podría tocarlo quebrando el velo de la muerte?
Anto Mor
Pronunció temerosa pero anciosa : ¡Erick!
Adelina Gimeno Navarro
¿Erick? Preguntaba ahora, esperando contestación.
¿Eres tú?
Kasandra Finol
No, no soy ese tal Erick, soy quien vino a quitarte la vida por todo el daño que me hiciste... Te daré la ventaja, me gustaría verte correr.
Alvaro Panzitta
Y corrió y corrió pensando si aquello era tecnología alienigena o una mala digestión
Andrea V. Luna
Se tomó el l vientre: los nervios punzabab como mil demonios. ¿Qué haría? No podía huir. Y tomó la decisión que cambiaría su vida para siempre.
Alvaro Panzitta
Por primera vez, pidió perdón...
Adelina Gimeno Navarro
Aquello no podía ser verdad. No podía estar muriendo. Los dolores iban en aumento y entonces recordó lo que había comido...
Alvaro Panzitta
Vainillas con puré de manzana, exquisito, pero si se exageraba...
Silvina Dabini
Quiso tomar un medicamento, lo buscó en su botiquín, pero en su lugar encontró una botellita con una calavera y dos tibias.
Alvaro Panzitta
Y como si fuera poco ¡estaban tibias! en otro momento le hubiera causado gracia, pero no ese día no a esa hora ni en ese lugar
Damián Martino
Porque el terror la paralizaba, ya no podía expresarse. Sus dedos estaban tiesos, su estómago, al punto de los nervios, también. Entonces lo observó como nunca antes. No era Erick. Su mirada sería otra. Otra muy diferente a ésta tan sombría que la carcomía desde cerca...
Anto Mor
Ya no recordaba los ojos de luna de aquel amor.... Solo podia vislumbrar una mirada oscura...tan oscura como la boca de un lobo ambriento, que podia comerla con solo mirarla...
Andrea V. Luna
Pudo ver las ojeras, la palidez... Era él, pero no era... Solo tenía el rostro de Erik, pero por dentro... ¿Quién era ese?
Alvaro Panzitta
Sintió de pronto que alguien quería escribir una historia con aquello que le sucedía, dos nombres llegaron a sus labios "Damián y Andrea", como si alguien hubiera roto la pared de una cuarta dimensión. ¿Eran ellos quienes la acosaban con la imagen de ERICK?
Sacudió su mente de pronto para salir del torbellino y siguió pensando en su estómago doliente frente al mar
"Eso es" se dijo "he bebido agua de mar, estoy alucinan..."
Andrea V. Luna
Y, extendiendo las manos hacia la figura del hombre que la acechaba... ¡Lo tocó!
Estaba allí, real, tangible... horroroso.
Florencia Vaccani
De un salto se arrojo al mar... las olas la cubririan ...y estaria a salvo?
Alvaro Panzitta
"Te dije que corrieras no que me tocaras"
Anto Mor
Esa voz.... Esa voz tan , tan....
Alvaro Panzitta
"¿Creías que seguía siendo susceptible al agua?" rió el espectro.
Damián Martino
Los dos eran escritores. Los dos se mecían entre sueños de páginas perdidas en el tiempo, no obstante, ninguno soñaba. Ése que suele mentir, decía, que les había robado los sueños. Los sueños de páginas blancas, pero llenas de letras que sólo ellos entendían. En su desconcierto, suspiró de manera profunda y, de repente, reaccionó. Erick era La Sombra.
Alvaro Panzitta
"El agua me afecta solo cuando me baño, te lo recuerdo, solo cuando me baño" rió a carcajadas
Andrea V. Luna
Y su tono sarcástico y la risa fatídica le heló la sangre por enésima vez.
Alvaro Panzitta
Pero la helada sanguínea vino como un milagro inesperado en su ayuda, todo se tornó hielo, sus cabellos, el agua a su alrededor...
Francy Rios Brito
Paralizada estaban sus piernas ante la presencia de aquel éter fantasma, helando cada partícula de su ser, cuya voz bramaba como aquellas olas del mar que habia cobrado la vida
Alvaro Panzitta
Y pensó "¿y si elijo mi propia aventura?" "¿y si según para quien esto es comedia, terror o aventura?"
Francy Rios Brito
Era suspicacia de una vida acortada sin cumplir su propósito. No habia termino que se definiera en ese rostro de antaño, torturado por el abismo de la muerte. ¿Era tangible, era visible? era cierto, lo estaba viviendo...
Era un naufragio de dos almas...
Jose Luis O
De pronto sus ojos quedaron pasmado mirando la pared buscó por todos lado como quien busca lo perdido... dejo a un costado ... el celu y grito paaapeeeel....
Graciela Pablo
Quería dejar plasmado toda su vida antes que está lo dejará, no puedo irme sin dejar mis vivencias, toda mi historia, no quiero que me olviden, papel, papeeeel.

Entrevista para "Paisaje Literario"

No hay ninguna descripción de la foto disponible.La verdad, hacía mucho tiempo que en una entrevista no lograban hacerme hablar de mi vida personal... La gente maravillosa de "Paisaje Literario" lo ha logrado de manera muy astuta. Ja. Y consiguieron hacerme sentir muy cómoda. Lograron que hable ¡de toooodooo!, incluyendo tanto mis nuevos proyectos como los proyectos y arte de mis amigos y colegas artistas plásticos, escritores, y artesanos que son muy increíbles y que forman parte de quien soy hoy... de mis tiempos de Universidad, de mis inicios, de mi familia y de mi pasión por viajar.
Dejo por acá el enlace al audio para que puedan disfrutarlo tanto como yo.
¡Abrazotes!
Andrea



Si no funciona, prueben con este otro link, gracias:

El curador en la Biblioteca

Relato en la voz de la autora.



Publicado en: Andrea V. Luna y Gema Lutgarda. ALGUNAS GOTAS DE SANGRE Y UN PAR DE TACONES. Buenos Aires, Hesíodo, 2016. Todos los derechos reservados. Compartir solo citando la fuente. www.instagram.com/andreavluna www.facebook.com/andreavlunaescritora www.tweeter.com/andreavluna_

Texto completo:


El curador en la Biblioteca


Andrea V. Luna


Era raro. Necesariamente, a los ojos de la mayoría, era raro. No podía ser de otra manera con semejante trabajo. No es que fuera algo fúnebre ni que hiciera fluir el morbo de los demás, sino que, simplemente, era tedioso. Ser curador de libros parecía, así, sin más, la profesión más aburrida del mundo. Metido todo el santo día entre las estanterías abarrotadas de olor a papel húmedo, moho y polvo, andaba siempre con paso lento dando a cada movimiento una impronta de solemne altivez. No es que paseara, no, sino que escrutaba con ojos entrenados cada uno de los tesoros escondidos en los pasillos revisando cuánto daño les había causado la polución o los dedos torpes de los incontables lectores que, a lo largo de la historia de la Biblioteca, los habían terminado por desgastar; detectaba el nivel de gravedad y, si lo consideraba necesario, se lo llevaba al taller para iniciar la larga y meticulosa curación.
Algunos dirían que era un ratón de biblioteca, tal vez, al fin y al cabo, lo fuera. El licenciado Tarsicio Rorts era un Curador, pero no EL Curador… ese puesto, lo ocupaba desde hacía muchos años una arpía desdeñosa que había tenido el “tupé” de ganarle el puesto. Le tenía algo más que bronca. Lo suyo, era algo muy parecido a un odio profundo, nacido de las entrañas y que su propia mente no lograba dominar del todo. Sabía que era una estupidez garrafal, pero no podía evitarlo. La contienda había sido justa, ella había presentado más y mejores credenciales que él y eso le había bastado para ocupar el puesto que él anhelaba con todo su corazón, con todo su ser. Pero eso ya no importaba: ya no había nada que hacer al respecto. Ahora solo deseaba que nadie le entorpeciera el sereno transcurrir de sus días: de alguna manera, no se molestaban. Solamente él se permitía, de vez en cuando, envidiar el contacto con los más preciados libros que guardaban en el Thesaurus al que ella tenía el privilegio de acceder con absoluta libertad: consentirse con los incunables lo era todo para él. Se deleitaba imaginándose con el olor a pergamino impregnando su ropa o entrecerrando los ojos para apreciar mejor la delicadeza de alguna licencia caligráfica o palpar las texturas añosas con morboso placer.

Un día ocurrió lo impensado: ella faltó al trabajo. Y al siguiente, y otro día más… tal vez estuviera enferma: no es que eso le importara, claro… o sí. Esbozó una sonrisa maliciosa y se encogió de hombros mientras comprobaba la suavidad de las cerdas del delicado pincel que utilizaría para comenzar a retirar el moho que había invadido un ejemplar de 1895, rescatado de las telarañas de una biblioteca escolar que había sido demasiado descuidada. Se colocó el barbijo y los guantes. Con suma precisión y habitual diligencia trabajó en el viejo libro como si estuviera adorando alguna deidad mítica olvidada por el trajín del presente. Estaba absorto en su labor, demasiado: las horas pasaron sin que se hubiera percatado de ello, hasta que una terrible idea hizo que se pusiera de pie con violencia inusitada… ¿Quién estaba cuidándolos libros que ella había abandonado?
—¡No! No, no, no, no…
Se quitó las gafas y los guantes, ordenó todo y salió de su estrecha oficina rumbo a la del director en la planta baja. No se dio tiempo de esperar el ascensor, sino que subió casi corriendo los dos pisos por la escalera. Se detuvo jadeando frente a la puerta y solo golpeó cuando sintió que estaba listo para efectuar su planteo.
—Tarsicio —dijo el otro—. Me alegra que vinieras: me ahorraste una visita al subsuelo… ya sabes, por mis alergias.
Sí, sabía: él también tenía alergias, sin embargo…
—¿Ocurre algo? —Preguntó con su mejor entonación diplomática.
—Sí. Habrás notado que la Srta. Santoro ha inasistido a su puesto de trabajo en los últimos diez días. Bien, lo ha hecho sin presentar ningún tipo de licencia; de hecho, ni siquiera ha avisado por teléfono. Así que, lamentablemente, me he visto en la obligación de… ejem… de desplazarla.
Tarsicio Rorts no podía creer lo que estaba escuchando. El corazón le dio un vuelco. “Me da algo”, pensó.
—Como te imaginarás —prosiguió el Director—, la persona lógica para ocupar su puesto eres tú. ¿Qué dices? ¿Lo quieres?
—Por supuesto —afirmó lacónicamente, conteniendo un grito de felicidad que lo habría hecho quedar muy mal. ¿Cómo no iba a quererlo? Si siempre debió ser suyo… Sintió algo más que un golpe de suerte. Temblaba, pero siguió controlando la emoción todo lo que pudo mientras permaneció en la oficina revisando el nuevo contrato, repasando sus actuales obligaciones, oyendo instrucciones… obteniendo las llaves del Tesoro… Thesaurus, Thesaurus. ¿Qué le costaba?
Solo cuando puso un pie en el pasillo y cerró la puerta tras sí se permitió volver a respirar con normalidad. Serenándose a duras penas para no salir saltando y gritando, caminó los pocos pasos que lo llevarían hasta su nuevo despacho, justo al lado del que ahora sería SU lugar. Colocó la llave en la cerradura y… nada, no hizo nada: simplemente no entró, sino que fue directamente a cumplir su sueño dorado. Tecleó la contraseña de acceso que acababa de aprenderse de memoria, y entró.

La emoción le confundió los sentidos. Por un instante, creyó que el aroma del papel antiquísimo subía arremolinado en tintes ocres hasta el ventiluz más alto, jugueteando en su camino entre los anaqueles y vidrieras termoselladas. Creyó ver que la tinta se liberaba de los pliegos, y las letras subían y bajaban en una danza mágica y sempiterna. Caminó buscando no interrumpir la hipnótica visión en la que se veía inmerso. Por un instante, creyó que pestañear sería una acción hereje, inmerso como estaba en aquella atmósfera sublime, y no deseaba de ninguna manera, perder el Edén tan deseado.
Un sonido lo sacó de su ensimismamiento. No era el lógico tictac de algún reloj, ni nada esperable en una sala tan selecta como aquella. Sin desearlo demasiado, cerró los ojos para prestar mayor atención: nadie podría evitar sucumbir a la curiosidad en un lugar como ese. Pronto, fue capaz de descubrir el lugar de origen y percibir que, extrañamente, el sonido parecía más un murmullo que salmodiaba alguna rara y antiquísima alabanza. Se palmeó ambas mejillas buscando despertar de la somnolencia en la que se había sumido. Recorrió con cierta timidez los pasillos, maravillado por la imponencia de cada ejemplar que se exhibía con el desparpajo y la altivez de saberse único e irrepetible. Un aroma que no debió estar allí le causó un picor incómodo en la nariz. ¿Qué sería? Frunció el entrecejo: ¿Qué hacía allí una cartera de dama? Siguió andando hasta que sus pies y sus ojos muy abiertos no le permitieron seguir avanzando.
—¡Un grimorio! —Exclamó sin poderse contener. No sabía si asustarse por ello y comenzar a rezar o rendirse a sus pies y venerarlo. Por segunda vez, el murmullo pobló la atmósfera que lo rodeaba trayendo consigo aquel aroma penetrante y extraño. El rigor magnético que lo anclaba le dio tregua y consiguió seguir avanzando. Los pies se movían sin él, sin que su mente les indicara a dónde ir. En la constante dubitativa de sus pasos, algo ocurrió: dio un resbalón que le hizo perder el equilibrio. No cayó de milagro, pero semejante movimiento le hizo cambiar la perspectiva de lo que tenía alrededor: por primera vez, había visto el piso.

—¡Ah! —Ahogó un grito en la garganta. Debajo de sus pies y salpicando sus zapatos de cuero negro, un reguero de sangre enrojecía los añosos baldozones marmolados. Jadeando y con el corazón desbocado, decidió seguir el rastro. Un paso, dos, tres… o infinitos; no supo cuántos. El murmullo crecía con cada centímetro que lograba avanzar. El espeluznante camino se detuvo frente a una mesilla en la que descansaba, fuera de su necesario lugar de guarda y conservación, un libro abierto en sus últimas hojas, cuyas páginas estaban completamente en blanco. Violando cuanto protocolo se le vino a la mente, lo levantó apenas por el lado izquierdo y se agachó para observar mejor la portada. ”Bestiarius”, leyó. Las yemas de sus dedos desnudos recorrieron los folios, acariciándolos con embelesamiento sublime y devota pasión. Las sensaciones de su cuerpo se encaminaban a convertirse en excitación orgiástica, en el mismo deleite con el que acariciaba a su amante. Observaba los nombres y las ilustraciones hechas a pluma y tinta con pasmoso realismo, deteniéndose en los detalles y en la magnificencia del arte de su autor. No había un orden, pero sí un sustento. La penúltima página le causó horror. “Arpía Desdeñosa”, decía el título en una caligrafía exquisita, antigua y sobrecargada de ornamentos; y, donde debía estar la ilustración del monstruo, el dibujo mostraba con desesperante precisión, la figura casi fotográfica de la Srta. Santoro. Un terror pánico se apoderó de su cuerpo haciéndolo temblar de manera descontrolada cuando, sin desearlo él, su mano volteó la hoja para encontrarse con una página casi en blanco que únicamente decía: “Ratón de Biblioteca”. Sin más, sus dedos ya no pudieron desprenderse del papel y comenzaron a fusionarse con el ejemplar maldito, deshaciendo a Tarsicio Rorts célula por célula y transformándolo, para toda la eternidad, en un objeto de estudio más para el próximo curador.

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