No hay tiempo que perder.

No hay tiempo que perder. No, no lo hay. Sólo hay tiempo que ganar. No creo que el tiempo que dejamos escurrir de nuestras manos se esfume en la nada del universo. No. Más bien creo que es como el agua de lluvia humedeciéndonos los dedos y cayendo al suelo para empapar la tierra con gotas de esperanza. ¿Delirio? Sí. ¿Demasiado optimista? Tal vez. ¿Funciona para todos? No.
Lástima, porque únicamente modelamos nuestro tiempo si nuestra vida nos pertenece. Pero en el mundo en el que vivimos hay demasiada cantidad de personas que han perdido la libertad o que nunca la poseyeron… la esclavitud de nuestros días se disfraza de amabilidad y diplomacia, se confunde entre el deber ser y las ideologías intolerantes y se aviene al poder (cualquier tipo de poder, no necesariamente al poder político o económico). La capacidad de decir “no” es el principio del mundo libre, también la capacidad de decir “sí”. Por la libertad se lucha y se muere… lamentablemente, también se hiere y se mata. La libertad se sustenta con el compromiso por el bien común, no por el bien individual… eso es otra cosa. ¿No hay tiempo que perder? No.
 El tiempo se invierte o se gasta malamente. La elección es nuestra, pero la mejor manera de invertir es en aquello que produzca ganancia, y esto implica pensar y actuar en pos de que los demás adquieran esa misma capacidad de ser uno mismo. Ayudar a otros siempre termina siendo la mejor inversión. No. No hay tiempo que perder.

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