"El nacimiento de un cuento" (Cuento, obvio)

Había una vez un cuento corto que tenía ganas de escribirse solo sobre este papel que ahora tengo entre las manos, con tinta azul y letra desprolijamente redondeada; pero como creí que no se entendería, lo convencí de nacer en la computadora, arrullado por un tecleo más o menos acompasado. Y el cuento me dejó hacer de él… prácticamente lo que él quería:
Primero tuvo ganas de contar una historia de ciencia-ficción con extraterrestres en guerra y hasta robots y todo. Entonces yo le dije que era bastante común ir por ese rumbo. Y ante la palabra “rumbo” se le ocurrió crecer como uno de piratas tuertos, malos y cojos que navegan, precisamente, por rumbos desconocidos. Por supuesto le aclaré que como los piratas no cayeran en el Triángulo de las Bermudas y se convirtieran en astrónomos eruditos, el tema estaba ya bastante trillado… y eso le sonó a thriller. Así que quiso ser un cuento como los de Edgard Allan Poe pero más moderno, aunque sin olvidarse del suspense y de algunos personajes oscuros y emociones violentas. Lógicamente, lo violento no me convencía… y a él tampoco.
Esa tarde discutimos mucho: acaloradamente, inconcienzudamente, alocadamente, mente, mente. Hasta que, estrepitosamente, se le dio por nacer sin mi permiso, golpeando, plaf-plaf, cada tecla como para hacerme enojar… pero no pudo porque, finalmente, me resigné a dejarlo hacer. Cuando terminó (y no me consta que haya estado muy conforme consigo mismo), oprimió print y se imprimió sin darme tiempo a decirle que afuera estaba lloviendo.
Salió sin saludar, enojado por tan terrible cacogenesia, y sí, se mojó: con cada metro que avanzaba alejándose de mí se iba destiñendo, decolorando, arrugando y manchando así, como lo ven ahora, después de haberlo rescatado.
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