Sobre la puntuación en los diálogos (ensayo) ©
Alguien, alguna vez, me preguntó cómo se debían presentar los diálogos en un cuento: era un alumno que escribía muy bien y tenía ganas, justamente, de presentar un trabajo suyo en un certamen literario local. Recuerdo que en aquel momento le indiqué dos estilos, los dos tradicionales: directo e indirecto; pero la verdad es que hay por lo menos tres maneras más y cada una de ellas responde a necesidades expresivas y estilísticas bien diferenciadas.
En primer lugar, podemos incluir el diálogo en el cuerpo del relato sin puntuación que lo diferencie de lo que no lo es. Este modo, a simple vista, no parece nada correcto y esto suele ser cierto, salvo que el efecto sea el de buscar la introspección en lo que se denomina monólogo interior (un estilo bastante complejo por su fraccionamiento, alteraciones de humor, disparidad de criterios, inclusiones de textos externos, desorganización y demás, que son propios del discurrir del razonamiento) acentuando la confusión de ideas del personaje, ya que lo que se busca es revelar sus pensamientos a un nivel pre-discursivo (esto es, antes de que sean verbalizados) de modo tal que no parezcan estar controlados por el autor y mostrando al lector su intimidad más cruda. Este estilo floreció en el resurgimiento de la novela del siglo XX y fue cultivado con maestría por Joyce en su Ulises.
Otro modo es distinguir el diálogo entrecomillándolo, como lo ha hecho, por ejemplo, Alejo Carpentier. Sin embargo, este estilo parece más apropiado a la hora de incluir en la narración los pensamientos del personaje: algo que debemos conocer como lectores pero que debe permanecer oculto de quienes le rodean. Usado con habilidad, puede dar resultados estremecedores si, por ejemplo, el personaje se saliera del control del autor y tramara algo diferente a lo que expresa abiertamente.
Otra posibilidad que resulta llamativa es la inclusión del diálogo con la forma habitual del género dramático: anotando en cada entrada el nombre del personaje. Suelo utilizarlo como un recurso de vez única en narraciones muy extensas, cuando la idea es dotar a la escena una sensación de agilidad e inmediatez sin que sea necesario describir nada ni relatar nada porque todo detalle sería irrelevante. Aquí, el diálogo debería ser preciso, contundente y relacionar al menos tres personajes para que no resulte una técnica usada de modo absurdo.
En este punto, ya podemos entrar en las formas más tradicionales: el estilo indirecto y el estilo directo. Son, ambos, el modo más habitual y depurado para presentar diálogos. El primero de ellos, implica que lo que los personajes dicen pasa por el tamiz del narrador, quien lo interpreta y le brinda el filtro de su propia opinión; el texto dirá: “Cuando se encontraron esa tarde se saludaron amablemente y ella le preguntó cómo estaba”. Es decir, no se presentan las palabras textuales sino una adaptación que brinde los matices funcionales que el autor in fabula, cuya presencia ha de ser fuerte y distintiva, considere necesarios para limitar la libre interpretación del lector y el albedrío de su narrador.
En cuanto al estilo directo, bien, es mi favorito no solo porque brinda una amplitud de matices sino también por su elegancia y porque permite una pluralidad de cosmovisiones y enfoques que, obviamente, incluyen los de los personajes, del o los narradores y el del propio autor. Dicho esto, así, vacías de contenido, las reglas para componerlo son más o menos las que enumero:
· El guión de diálogo o guión largo o raya, se coloca en el inicio del diálogo o de la aclaración pegado a la primera palabra. Si bien en las aclaraciones funcionan más o menos como los paréntesis, no lo son y, por lo tanto, no es necesario cerrarlos. He aquí un ejemplo:
–Hace tiempo que te esperaba –dijo con frialdad.
· Sin embargo, cuando la acotación va en medio, sí se cierran y van pegados a la primera y última palabra siguiendo, justamente, las reglas de los paréntesis. Luego de la acotación del narrador siempre ha de haber un punto, aunque haya terminado el parlamento del personaje con signos de exclamación, interrogación o puntos suspensivos.
–No hacía falta que vinieras –dijo–. Puedo solo.
–¿No te parece que estás algo susceptible? –Agregó impaciente–. No se puede con vos.
· Si la acotación está en medio de una oración del personaje y fuera necesario utilizar una coma, ésta debe ir siempre después del inciso del narrador y no antes.
–Mirá, Carlos –suspiró profundamente–, mejor, te dejo solo.
Pero hay más… el estilo indirecto libre combina el estilo indirecto con ciertos aspectos del monólogo interior, puesto que en él la voz del narrador se ve interrumpida por ciertos enunciados que son propios de un personaje. En este caso, tampoco se colocan signos de puntuación ni marcas lingüísticas especialmente distintivos y por lo único que puede ser reconocida esa voz del personaje tiene más que ver con el estilo discursivo diferenciado entre él y su narrador. Veamos: “La fiesta estaba en su apogeo. Las conversaciones eran fluidas y se versaban más o menos sobre lo mismo: cómo conseguir una pareja para pasar el rato y no más. Los muchachos se codeaban entre ellos y las chicas se arreglaban el cabello y se tapaban la boca para hablar, como si eso bastara para que los demás no supieran de qué hablaban. ¿Por qué no podían ser como él? Menos obvios, más inteligentes, menos frívolos… ¿Cómo podría encontrar pareja allí si todos son insoportablemente inferiores? Miró alrededor con desesperación y se alejó cabizbajo y enfurecido”.
Por supuesto, el buen narrador someterá a exhaustivo juicio y criterio cada una de estas técnicas y, de no hallar lo que necesita buscará experimentar con distintas hibridaciones hasta dar con el resultado que ansía; porque a veces, las voces de nuestros personajes se hacen tan insoportablemente independientes que quieren escaparse de nosotros mientras intentamos con desesperación que se queden en el lugar que los colocamos y cumplan con la función que nos es tan necesaria para que todo funcione. Encontrar el estilo y la técnica que nos represente y que esto, además, sea justamente lo que estábamos buscando es, al fin y al cabo, uno de los placeres más inconmensurablemente abrasadores que el alma del escritor pueda desear.
Sobre Andrea V. Luna
Escritora, novelista, guionista... Profesora en Letras
puntuación
Marcadores:
ensayo,
narrativa,
puntuación
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy claro Andrea!Gracias por compartir esto!
ResponderEliminarEstos tips de redaccion y desarrollo de novelas son muy buenos. Realmente, son muy sencillos de implementar. Con respecto a un tema en particular: que es un prologo? Beso grande, Andrea. Nos vemos!!! ;)
ResponderEliminar¡Hola! ¿Podrías identificarte? Así, nuestra conversación escrita podría ser más fluida...
ResponderEliminarla puntuación, eso nos quedó en el tintero el sábado...y te cuento que el guión largo alt 196 en mi compu está siendo mas que usado x estos últimos 2 meses ya que hace 2 años cuando escribí mi novela desconocía cual era el guion correcto je je!
ResponderEliminarmuy lindo día el que pasamos en Hudson, muy lindo el Taruma Literario, gracias!!
a me olvidaba, cuando quiera visitar mi blog teacher aquí se lo dejo www.volcanesyrosas.blogspot.com.ar
Notable Andrea, muchas gracias
ResponderEliminardidáctico y generoso de tu parte..
ResponderEliminar